Su barba y su melena expuestas al viento, ya el desfibrilador había culminado la angustia. No quedaba nada más qué seguir el protocolo. Introducirlo en una bolsa para cadáveres y enviarlo al crematorio. No iban haber ceremonias fúnebres para los cuerpos contagiados, no, mientras sé demuestre qué el virus muere con el paciente.

—No me preparé para algo así. Necesitó un receso.

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