Su barba y su melena expuestas al viento, sus ojos todavía incrédulos, su respiración agitada tras subir a pie los 10 pisos hasta su apartamento, hasta su balcón.

Dos horas antes atracó su velero después de una travesía de 20 días desde Fiji. Auckland, la ciudad de la que zarpó hace ya seis meses, su ciudad, no existe.
El olor insoportable de los cuerpos putrefactos de cientos de personas le ha acompañado en su paseo del horror. La imagen de una gaviota picoteando el ojo de una joven grabada en su llorosa retina.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS