Su barba y su melena expuestas al viento, en el viaje al mar. Sentí gaviotas revoloteando en mi cabeza, oí el canto de sirenas. Fuimos tentados en la puerta del cielo.

Tocaste mis entrañas con tus manos de Dios, soy una mujer desnuda rendida por caricias.

Tengo el alma dulce como papaya, tengo los sabores del encanto religiosamente guardados.

Tú me has besado, corrió por mi piel virgen el llamado salvaje del deseo.

Tu risa dulce de pulposos labios, humedades crea; retoza en mis labios, en mis senos, mi sexo en llamas… mientras hago trenzas con tu pelo al viento.

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