Su barba y su melena expuestas al viento y sus gritos de desesperación buscándome por el jardín ya no me importan. Después de casi diez años viajando a su lado, de olvidar mis sueños para cumplir los suyos, de vivir por y para él quiere abandonarme por alguien más joven. Así que me voy a quedar aquí mientras observo cómo acaba tropezando con la piedra que, misteriosamente, aparecerá en su camino. Se lo merece por querer cambiar a un pastor alemán lleno de sabiduría como yo por un apolíneo pero inexperto golden retriever. Y dicen que el amor es ciego.

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