Su barba y su melena expuestas al viento, sucias y macilentas debido al largo viaje, no daban propiamente una imagen divina.

Pero, había que asustar a ese ignorante pueblo perdido en el desierto para lograr los dividendos esperados.

Movilizó su nave, una especie de moto, flotando sobre el suelo por todo el territorio con estruendosos y atemorizantes sonidos. Humo y vapor convencieron hasta al más incrédulo de que era una visión divina.

Los nativos corrían aterrorizados, algunos se postraban y reverenciaban la potente aparición.

Recogió las dádivas y se marchó parafernálicamente dejando convencidos a los líderes de que existía dios.

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