Su barba y su melena expuestas al viento en un acantilado, imaginando un horizonte, quebrantar una nueva inocencia. A su vez, piensa un epitafio para tatuarse junto a mi nombre, sobre su apéndice.
Mientras tanto yo, musa en sus promesas, soy víctima de otro infierno, recuerdo y me atormento.
Aseo mis entrañas, donde perpetuó las suyas; limpio mi reflejo, rompiendo mil espejos, buscándome deslagrimada. Abandono el hastío, las llamadas apagadas, le busco inexistente y aparece camino del olvido.
Me hago rumbo en mares sin fronteras. Solicito un porqué, y en el silencio, trueco sus ojos por mi diente.
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