Él ya estaría tomándose un daiquiri en el malecón. Si hubiera podido no estaría a mi lado, c, haría tiempo que se habría marchado. Pero no podía hacerlo, se lo había prometido a su madre, que no me abandonaría. Yo sabía que él lo que más deseaba en este mundo era volar lejos de mi, salir de la isla, desaparecer de ese lugar que tan malos recuerdos le traía. Pero desde ese momento nuestras vidas quedaban selladas. Era su madre la que había muerto, para él era sagrada, para mí insustituible.

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