Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón.

Al abrir la puerta, lo miré, tendido en el piso, con el vestido de novia entre sus manos. Gotas de sangre bajaron sigilosas por su oído derecho, creando un charco en forma de corazón. Nunca había visto ni sentido, la palidez y frío de la muerte tan cerca. ¡Quise huir! ¡Pero qué va! La puerta se cerró con violencia a mis espaldas. ¡Sentí pánico! ¡El muerto y yo! ¡Yo y el muerto! ¡Que susto!

Enigmático espejo, refleja sin más, el escenario que anida en el pensamiento.

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