Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón despreocupado, tranquilo, coqueteándole de vez en vez a la vendedora de artesanías del puesto de enfrente. Ella lo mira sin ese interés, le envidia su tranquilidad, también quiere tomarse un trago y escapar de su vida de mierda, estar tranquila, pero apenas ha vendido una que otra baratija, nada de mucho valor, no reúne el dinero suficiente. Piensa que tal vez él le compre algo o la invite a un cóctel…
Pero no se queda, están por llegar, sale corriendo de ese lugar porque no logra escapar de su propia vida.
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