Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón… Con esa frase terminó el último capítulo de la novela que estaba escribiendo. Ciento veinte páginas. Imprimió las tres copias que demandaba el concurso. Once meses de noches maldormidas y litros de café para llegar a la fecha de cierre. Solo restaba bajar hasta el pueblo y despachar el sobre. Mientras colocaba el sobre en su mochila azul, escuchó el canto del mirlo. Se subió a su bicicleta y pedaleó las dos millas hasta la oficina del correo. El aire estaba fresco y la mañana espléndida.

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