Él ya estaría tomándose un daiquiri en el malecón si nos hubiéramos fugado tal y como planeamos, lejos del mundanal ruido, de su mujer, de mi marido. Pero nos hemos dejado llevar por la culpa, por el qué dirán y, como siempre, el fin de semana transcurre plácido, aburrido: dos matrimonios bien avenidos, la playa…
A veces me gustaría que entre mi marido y su mujer prendiese la llama. Así, nosotros, los despechados, tendríamos vía libre para dejarnos de miraditas y pasar a la acción. Pero no, tanto él como yo somos amados incondicional, firme y serenamente.
Menudo rollazo.
 
         GRIETAS EN NUESTRA ZONA DE CONFORT
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 Viajes encadenados (en 8 semanas)
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