El ya estaría tomándose un daiquiri en el malecón con ella, con su piel, su voz, su aroma de hembra. Y claro, enhebrado en esa mirada capaz de abarcar completo el horizonte azul del Caribe. Luego vendría baile, luego cena, luego sexo, luego el sueño.

Yo, tal vez estaría deambulando en una bulliciosa calle citadina, buscando resignarme.

Pero hice trampa, en secreto le extravié el boleto y ayer salí de viaje, hacía la cita a ciegas de mi amigo Alberto.

Les dejo, ella está despertando.

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