Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, pero debía asegurarme, alguien podría cruzarse en el camino y estropearlo. Hasta ahora había ido bien, no sospechó de que el viaje que le tocó tuviera el mismo destino que nuestro viaje de novios. Él con tal de viajar le da igual dónde, con lo que sufro en los aviones. Lo vi, con expresión confiada, la misma escena que la foto del salón, le apunté con el arma, que lástima pensé, manchar el traje y estropear su cuerpo. ¿Qué haces? Me preguntó riéndose. Nada, ¿y tú?
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