Él ya estaría tomándose un daiquirí en el Malecón, al tiempo que simularía una vigilancia exhaustiva. Si, en ese muro kilométrico que bordea la ciudad La Habana, el cochino dinero representaba el único pasaporte real para escapar de Cuba y poder ingresar al mundo libre prometido, separado solamente por noventa millas.

Todo estaría arreglado: la balsa, el motor, algún camuflaje y comida. Mas adelante nos esperarían algunas balas perdidas y unos golosos tiburones.

Lo logramos..

Atrás quedaba el mundo de los sueños, la familia y costumbres. Ahora la misión era emprender y vencer.

Cuando emigras, mueres y naces de nuevo

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