Él ya estaría tomándose un Daiquiri en el Malecón si no hubiera abierto la carta que venía desde Chile.

Había reorganizado su vida en Cuba luego que fuera víctima del exilio durante la dictadura. Nunca quiso regresar al Paraíso Neoliberal regido por el poder económico de la Derecha. Prefirió la sinceridad y humildad Cubana.

Su hijo escribía contándole que su nieto Gustavo había perdido ambos ojos en la lucha que a diario se libra en las calles de Santiago por recomponer la Dignidad violada por costumbre.

El gobierno no daba marcha atrás, la represión iba en aumento.

¡Había que volver!

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