El veintidós ya es historia! El cadáver de la incauta mosca que ha osado interponerse en la trayectoria del periódico desfasado conforma una impronta patética en el salpicadero del coche. Desde el flanco del conductor me llegan letanías rumiadas entre vaharadas de humo de tabaco y sudor rancio.

Mi mirada huye hacia el retrovisor en busca de consuelo y tropieza con el diario del veintitrés, sepultado entre los trastos de playa que hay arrumbados en el asiento trasero, y con la certidumbre de que estoy lejos de esa época en que la vida me ha ofrecido su lado más benévolo.

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