– “¡El veintidós ya es historia!”, gritó el verdugo, dando paso la princesa al número veintitrés, el último candidato que debía salvar la vida de su padre enfermo. Horas más tarde, ya sin esperanza, dio la fatídica orden.

Camino del cadalso, el joven curandero suplicaba: “¡Por favor mi señora, os estáis equivocando!”. Lo arrodillaron a la fuerza, sintiendo el latido del corazón como si quisiera salirse del pecho, cortado de raíz con el sonido del filo cogiendo velocidad. La cabeza rodó escaleras abajo, sintiendo un mareo esos últimos segundos, mientras se escuchaba a lo lejos: “¡El rey está vivo!”.

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