– El veintidós ya es historia-, le digo mientras coloreamos un nuevo país en el mapamundi de nuestro cuaderno de viaje.

Las maletas reposan a su lado mientras saboreamos un café en la terminal de vuelos. Le encantaba hacerlo al regreso de nuestros viajes, repasando todo lo acontecido, como si supiera que tiempo después no podría recordar, maldita enfermedad del olvido… Al fin y al cabo cuesta poco hacerla feliz; y pasar el día juntos en el aeropuerto o en la estación del ferrocarril me trae buenos recuerdos.

– El próximo viaje será a una ciudad con mar, amor mío.

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