El veintidós ya es historia desde hace exactamente cinco segundos, justos los que he necesitado para lanzar tu maleta por el balcón. Supongo que la tendrías preparada para largarte con él, ese tipo de pelo teñido al que asoman las canas por el pescuezo y modales refinados que me presentaste como tu nuevo jefe. Imagino que vuestro destino será París, la ciudad del amor, alojados a orillas del Sena. No siento rencor, ni siquiera odio, sólo me culpo de no haberme dado cuenta antes. Veintidós años de matrimonio, sí, para que tu marido se líe con un francés.
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