El veintidós ya es historia. Y también lo son los callejones por los que serpenteaba, entre chirridos, en esa interminable ruta entre la ciudad vieja y el puerto
El veintidós ya es historia. Y también lo es el muchacho que por sus ventanas se asomaba al mundo cada mañana, o se refugiaba tras las páginas de un tebeo cuando lograba birlarle el asiento a alguna anciana.
El veintidós ya es historia. Y en su lugar hay ahora una avenida de ocho carriles. Y un barrio con torres de acero y cristal. Y un viejo que lo mira todo, asombrado.

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