El veintidós ya es historia. Una de las capas de hormigón y plomo se quebró y entró el aire exterior. El paso del tiempo, dicen los medios. Pero yo sé que fue un mal cálculo. Pronto, mi jefe también lo sabrá.

Como todo, que seiscientas mil personas hayan muerto por la contaminación tiene su lado bueno: los alquileres en el piso veintitrés bajo el nivel de tierra se han desplomado.

Creo que ya es hora hacer la maleta y subir al ascensor. No son buenos tiempos para los arquitectos.

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