«A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir». Fin.

Esperé a que todos los espectadores salieran de la sala, cogí la maleta, subí el estrecho pasillo y, acompañada del traqueteo de mi equipaje, atravesé la puerta. La luz me cegó por un momento, tras él la pequeña ciudad se abrió ante mi llena de expectativas.

Pensé en cómo se lo tomaría. La nota estará esperándole en el suelo, en ese sucio suelo, cerca de su lado de la cama. No la leerá, creerá saber lo que dice.

El lugar había sido fácil de encontrar.

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