A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir, me digo mientras recojo mis pertenencias.
Dos años en Phon Kyang, la prisión más peligrosa del país, me han convalidado al menos diez años en la Universidad de la vida. Nunca más volveré a dejarme engatusar por ningún Juan, o Don Juan, que me prometa el cielo, pero sólo si yo le demuestro mi amor haciéndole “un favorcito”
Se cierra la puerta a mi espalda, con ella dejo atrás mi candidez y vulnerabilidad y pongo rumbo calle abajo, hacia el Índico, a mi futura vida como instructora de submarinismo.
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