A esta gatita le quedan muchas vidas por vivir —pero no serán con vos— pensaba al armar la valija, como tantas veces ya; terminaba el viaje, luego bajó por el ascensor. Otro avión y las calles de Buenos Aires; la libertad, la incertidumbre, buscar una pensión. Al fin de cuentas, su vida era «un salto de una persona a otra cumpliendo distintos roles», palabras despechadas de una mujer de cuarenta y tantos. Ya en el taxi hacia el aeropuerto se dio cuenta de que no se había llevado el vibrador… —¡metételo en el culo Guillermo!— no pensaba volver.
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