A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir, no como a mí, que he muerto ya cinco veces, y las cinco por amor. Como siempre estoy enfrascada en mil cosas al mismo tiempo, —que si los niños, la casa, el trabajo, mi madre, la gata, los geranios, el voluntariado social—, aprovecha Cupido cuando cojo el coche. La música y yo, solas, surcando tranquilamente la hermosa carretera que conduce al hipermercado. Entonces, desde el sitio más insospechado, dispara otra flecha. Zasss. Directa al corazón. Y pierdo el sentido. Y la dirección. Y caigo de nuevo por el barranco.

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