A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir, dijo la abuela en presencia del resto de la familia. Papá la miró con ojos desorbitados y mamá sólo hizo una mueca de aprobación. Mi hermana y yo nos cruzamos unas sonrisas cómplices. Nadie se atrevió a pronunciar palabra. En realidad, estábamos todos de acuerdo, así que proseguimos la cena sin más. Al concluir, le dimos un par de besos y regresamos a la abuela al ataúd.

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