– A esta gatita aun le quedan muchas vidas por vivir – suspiré aliviado al recogerla y comprobarla viva.

Fue un instante confuso, las lamparas nocturnas de sus ojos verdes brillaron en el camino advirtiéndome. Se movió ágil. Presioné el pedal de los frenos y logré atenuar el golpe, mientras el animal saltaba en último momento . Apenas un roce y cayó a un lado.

La encontré atolondrada entre los arbustos. Maulló sentida al recogerla, al revisarla, al acomodarla en el asiento del copiloto, donde acompañaría mi viaje a través de aquella noche negra como su piel de seda.

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