-A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir – susurro al engendro que babea de anticipación mientras apunta a la pobre felina con su escopeta de perdigones. Le conozco de las redes sociales: presume de cazar callejeritos, olvidando que él es otro animalito. He viajado hasta aquí para cazarle.
Emite un gorgoteo absurdo mientras la vida se le escapa por el tajo de la garganta. Bendito bisturí: rápido y limpio. La sangre del suelo será problema de la brigada de limpieza y, antes, del forense.
Yo solo soy veterinaria de día y vengadora de animales desprotegidos, de noche.
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