A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir, pensó Diana. Había conocido Europa en su cuarta vida como gata siamesa. Recorrió todos los tejados de las casitas de Cardiff a la luz de la luna; batalló en callejones de Amsterdam con gatos vagabundos; cenó manjares de pescado a la orilla del Danubio y fue mascota de una encantadora familia humana en Londres. Tres días después de su muerte, en una pequeña ciudad de Irán, volvió a nacer. Era ahora un adorable gato Munchkin. Iría a pasear por Asia. La suerte es loca y lo que toca, toca, pensó.
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