«¡A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir!»- oía decir a la voz en off que martilleaba constantemente su cabecita.
Pero, una tras otra, siempre acababa mal. Viajando pistola en mano, metiéndose en jaleos: presa de narcotraficantes, apuñalada en una reyerta o en medio de un tiroteo mortal… Ese ” ¡sigue gatita, tu puedes!” le seguía resonando.
Entonces, en su última vida tuvo la revelación: “¡Yo no soy una gatita!” Y dejando escapar su rugido de leona disparó contra la invisible pantalla. En ese momento, desde el otro lado, alguien dejó caer los mandos. Fin de la partida.
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