A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir, y no con un bicho cualquiera, le dijo Yara mientras con desdén restregaba su frondosa cola blanca por la embobada cara de Atreyu, gato pardo callejero.

Y se alejó con su orgulloso y gentil paso de selecto pedigrí, la cabeza altiva…

Y así que iba, no vio el inmenso socavón. Cayó en él, y se mató.

Atreyu se asomó y meneando el rabo siguió su viaje, ahora por los suburbios de la ciudad. A la caza de gata con menos casta.

No siempre se cumplen los designios.

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