Te regalé una bonita sonrisa de Joker. No la supiste apreciar. Te marchaste. Y te la llevaste contigo. Sin pedir permiso.

«No estoy enfadada» dijiste, «estoy decepcionada».

Tu frase, aunque muy gastada ya, surtió efecto. Las palabras se clavaron en mi estómago y la rabia subió por mi garganta.

Desde la calle oyeron un aullido.

Agarré lo primero que encontré. Lo lancé por la ventana. Para deshacerme del dolor.

Me senté a esperar. Y a escuchar.

Un grito.

El estruendo del televisor estampándose contra el suelo.

Otro grito. “ ¡Mamá!”

Me levanté para confirmarlo. El televisor había aterrizado encima tuyo.

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