Te regalé una bonita sonrisa de Joker, sabía que te haría ilusión. Estuve meses ahorrando para comprarla. A menudo pasaba por el escaparate en el que pegabas la nariz para comprobar que todavía quedaban.

Cuando estiraste del lazo, la purpurina salió disparada y, al descubrir el contenido de la caja, reíste como jamás lo habías hecho.

Te la pusiste emocionada y comenzaste a saltar de alegría.

Paraste en seco, ladeaste la cabeza y me miraste con ojos que no eran tuyos.

El vello de la nuca se me erizó.

Te regalé una bonita sonrisa de Joker, no debería haberlo hecho.

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