Te regalé una bonita sonrisa de Joker, y lo siento, Juan. Yo quería que te llevaras una apacible imagen de Gioconda, pero solo pude forzar aquella mueca trastornada. El tren arrancaba y apenas pude contener el dolor de mi desgarro. No quería que mi expresión delatara el presentimiento de un final. Paralizada en el andén entre aquella agitación monstruosa de gritos y banderas, vi como tu cara iba desapareciendo en la lejanía con la marcha del convoy. Hoy espero, como siempre, que te llegue, allá donde estés, mi melancólica sonrisa. Es 27, no me olvido. Aquí tienes las flores, Juan.

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