Te regalé una bonita sonrisa de Joker mientras el coche se precipitaba al vacío “El final de mi macabra carrera” —pensé, ya más muerto que vivo.

Pero desperté, y mis ojos se acostumbraron a una intensa luz cegadora. ¿El quirófano? Me miré de arriba abajo. Milagrosamente, no tenía ni un rasguño. ¿Intervención divina? —asentí complacido—, y al rato noté una mano sobre mi hombro.

—El asesino se convierte en víctima. Has llegado al sitio equivocado, hijo. Yo no he tenido nada que ver en esto. Esa mujer, o lo que es lo mismo, Satán, te ha jugado una mala pasada.

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