Te regalé una bonita sonrisa de Joker y pude ver la desesperación brotar en tus pupilas. Busqué la cuerda que compré meses atrás y enrosqué tu cuerpo machucado apretando, como un niño aprieta su globo para que no se suelte, con todas mis fuerzas. ¿Quién maltrata a quien ahora, eh? Cerré la baulera haciendo temblar a mi Supercinco, encendí el motor y aceleré en dirección al muelle. Sin ningún remordimiento.
Salte del auto justo antes de que éste muerda el final del muelle y caiga al agua, causándome absoluta tranquilidad. Nos veremos en el infierno, quizás.
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