Te regalé una bonita sonrisa de Joker, la misma que tanto te hizo reír, incapaz ahora de borrar tus lágrimas. Mi exilio meridional anochecía, y nuestras miradas sopesaban la despedida.

-Sabes que no te voy a besar- sollozaste.

No entendía el porqué. Muchos testigos árabes, del blanco y tú azabache, pensé.

Mi adiós se pronunció hasta luego, tu «au revoir» preguntaba:

-¿Volverás a por mí?.

El modo avión surco un mar de dudas, el anular reclamaba su alianza, el corazón se negaba.

Al aterrizar sonó el teléfono.

-Cariño, ¿has llegado?.

-Sí, pero ojalá no hubiera vuelto nunca.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS