Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro, que mi tiempo en Estambul había acabado. Había tenido mucha suerte y el coche sólo me había rozado, pero en la siguiente ocasión se asegurarían de que la información muriera conmigo. Aún me temblaban las piernas, pero me puse en marcha.Miré hacia atrás mientras sacaba la tarjeta de embarque desde mi móvil y deseé que Eider aún me estuviera esperando.

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