Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro que poníamos fin a otra etapa, y aunque yo logré evitar la colisión, no pude esquivar lo que venía por detrás. Mis dos hermanos pequeños, en otro vehículo y con caras de locos, se precipitaron contra mi con una brutalidad asombrosa para sus menos de 12 años por cabeza, casi salgo volando por encima del salpicadero.

¡Hasta ahí podíamos llegar!

Mi padre desde su cabina hizo sonar aquel “piribiribiribí” inconfundible.

– ¡Gandules! ¡A recoger! Mañana montamos feria a 600 kilómetros.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS