pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro.
Mi cabeza se golpea contra el parabrisas. Me flojean las manos y las piernas. Mi cuerpo, convertido en algo independiente a mi voluntad y atado a una inercia feroz, que solo es interrumpida por ese gran muro.
Y ahí permanezco inmóvil, bajo una suave ventisca, apenas escuchando las sirenas.
De pronto, veo esa sonrisa que me indica que todo estará bien y la calma se restablece a mi alrededor.
Me habías dicho adiós hace poco a causa de esa terrible enfermedad, pero yo, debía estar contigo, te necesitaba para estar completo.
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