Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro «que suerte, un regalo». Me destapé de las viejas mantas que me cubrian de la luz de la noche y me acerqué cautelosamente al lugar del accidente. Sabía que nadie llegaría tan rápidamente. Dentro del coche apenas le dediqué una mirada al cadaver del conductor. En el asiento trasero había dos valijas de viaje enormes «que suerte, dos regalos» La primera estaba llena de ropa típica de turista. En la otra encontré dos billeteras. Pensé justo antes de que una mano me tomara del hombro «¿Dos billeteras?».

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