Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro que los payasos estaban más extraños que nunca. Saldríamos nueve del abollado coche trucado (lata fina y cartón pintado); hemos hecho salir hasta quince. La función era un éxito, pero algo los alteraba, los conocía a todos con fino espionaje; tal vez, era ese pueblo lejano al que yo no quería viajar. Estaba adelante. “El muro no es falso, vengaremos tus fechorías” fue lo último que escuché. Siempre alguien ve algo, algún cabo suelto queda. Solo ocho payasos salieron. La gente aplaudía gozosa. El crimen perfecto: a la vista de todos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS