Te regalé una bonita sonrisa de Joker.

Me devolviste una mirada retadora, de esas miradas que puedes escuchar. Mientras mi pierna rozaba tu rodilla sentí un impulso enorme por descargar mi rabia a puños en tu cara… pero desistí.

Sabía, que lo que te esperaba era el mismo infierno y tu sabías, que en efecto, ibas a arder.

Ya no podía más; mi agotamiento mental trascendía lo excesivo. En mis ojos, se reflejaban los recuerdos del viaje a Jaipur, donde te miraba y me sanabas el alma. Ahora, aquí encerrados, te veo y no sé en que te haz convertido.

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