Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro: esta escena deberíamos cambiarla, no le da un final apropiado a la película.
―Muchachos ―les dije a los guionistas―, por qué no piensan en algo más romántico, más idealista, más… no sé, ¡más profundo!
―Más profundo, un precipicio ―dijo uno.
―¡Sí, claro, eso: un precipicio!
―Thelma y Louise, ¿qué opinan ustedes? ¿cambiamos el paredón por una caída larga, en cámara lenta, tomadas de la mano y con una sonrisa feliz ante el último viaje?
―Seguro ―respondió una, la otra asentía― si esa escena sale bien, el público nunca la olvidará.
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