Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro que sería mi último día de existencia. Cuando me levanté en esa mañana invernal, iba preparada para que todo lo que hiciera fuera del agrado del desconocido con el que comparto mi vida desde hace 12 años, que no quiere entender que el amor es de dos, aunque uno quiera y el otro se deje querer. Le compré su café preferido en aquel lugar que tanto disfruta, y un juguete sexual para alimentar su libido. Pero el semáforo estaba apagado, comenzó a caer la nieve, y yo estaba atiendo su llamada.

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