Pensé, mientras el coche se estrellaba contra el muro de atrezzo: «¡woow!» Sentí el placer subir por mi vientre y explotarme al tiempo que destrozaba la pared. Un subidón bioquímico al que soy adicto, tras dejar la cocaína. Para mí ser especialista no es un trabajo, es puro vicio: mejor dejarme los huesos pegados doblando una escena que ser famoso.

A mi chica, Adenalina, también le pone mucho el peligro cuando viajamos.

Tras mi aparatosa caída de aquel caballo de carreras elegí continuar la misma vida. Eso sí, los directores saben que no puedo doblar exteriores con una pierna biónica.

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