Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro, que quizá no había alcanzado la velocidad necesaria.

Por primera vez desde que todo comenzó, tuve miedo y no pude prohibir a mis ojos que se cerraran. Cuando todos mis órganos internos se agolparon con violencia en mi caja torácica, supe que algo había frenado el coche. Pero seguir respirando me confirmaba que no había sido el muro. La curiosidad me dió fuerza para abrir los ojos.

– ¿Lo he conseguido? He cruzado.- Conseguí farfullar atónito ante la improcedente visión de un enorme esturión acercarse nadando sinuoso al parabrisas del coche.

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