Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro, velocidad en aumento según se acercaba ¡Se mata¡ ¡Se mata! Temblaba toda entera, con una mano sobre mis ojos, la otra agarrotada en la de mi novio. Se escuchó un tremendo estruendo… El coche había atravesado el muro; el morro destrozado, su piloto salía triunfal, manos levantadas ante la aclamación del público.

Nunca lo entenderé, como les merece la pena arriesgar sus vidas y destrozar sus coches ¡Por unos aplausos!

¿Cómo me dejo arrastrar por mi novio a estos horribles espectáculos? Me pregunté contrariada.

El último, me juré una vez más.

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