Pensé -mientras el coche se lanzaba contra el muro – que aquella acrobacia suicida que realizó fue un acto de valentía.

Pensé que es aterrador saber que hay mil trescientos cincuenta millones de coches circulando en el mundo entero. Justo su choche, justo ella, justo yo en ese punto. «Menos es más» gritaba antes del evento. Comprendí, tras el sonido del choque, que me hubiese gustado verla luchar con sus dos piernas, una detrás de la otra. Quería gritarle que la vida es un movimiento rectilíneo uniforme en donde no está permitido frenar o acelerar.

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