Lástima que no haya billetes para maniquíes; si no, seguro que te hubiera llevado conmigo a cada viaje, porque desde la vidriera me observabas siempre sonriente, sin desviar tu diáfana mirada, como si para ti, en el mundo, solo yo existiera… cada semana te vestías con tu mejor traje para mostrarme lo bien que lucías. Nunca me dijiste nada pero igual entendí tus mudas palabras pidiéndome que te llevara. Fue entonces que pensé, que no precisaba un billete. Tomé el auto y fui a tu encuentro.

Roxana

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS